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A los laboratorios cosméticos que en los años ochenta empezaron a interesarse por el aceite de argán no se les pasó por alto que las mujeres bereberes lo llevaran utilizando desde tiempos inmemoriales para cuidar su piel.
Lo que la tradición sugería se confirmaba científicamente: el aceite era especialmente hidratante y protector por su alto contenido en ácidos grasos y tocoferoles (vitamina E).
Hoy, en gran medida gracias al auge de la cosmética natural, este aceite marroquí raro y valioso empieza a encontrarse entre los ingredientes de un número creciente de cremas y productos para la piel, además de venderse en estado puro en herboristerías y tiendas especializadas. Puede usarse para la piel del rostro, del cuerpo, el pelo y las uñas. Te contamos cómo usarlo.
El argán (Arganda spinosa) es un árbol espinoso del que se obtiene un aceite esencial muy valioso a nivel cosmético. Sus beneficios a nivel cosmético son muchos:
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Proyectos como el de Targanine, que gestiona tres cooperativas femeninas, pretenden valerse de los conocimientos ancestrales de los que las mujeres bereberes son herederas pero dotándolas de una tecnología que aligere el arduo proceso artesanal y les permita trabajar en condiciones sanitarias adecuadas para producir aceites culinarios y cosméticos de gran calidad, destinados en gran medida al mercado internacional.
La modernización de, al menos, una parte del proceso resulta esencial pues la extracción artesanal del aceite requiere un tiempo considerable y tiene un rendimiento muy bajo: se calcula que producir un litro de aceite de forma tradicional cuesta veinte horas de trabajo.
Los árboles se varean con pértigas para despojarlos de sus frutos, que se recogen del suelo y se secan al sol.
Estos frutos, parecidos a las olivas pero más grandes y redondos, contienen un hueso o nuez muy dura que a su vez encierra hasta tres almendras o semillas. Hay que esperar a que el fruto se seque, romperlo y llegar hasta esas semillas para retirarlas, lo más laborioso.
A partir de ahí, se muelen en un molino de piedra y se les añade agua templada para formar una masa de la que, finalmente, se extrae el aceite. El proceso es el mismo para el aceite de uso alimentario que para el cosmético, con la única diferencia de que para el culinario se tuestan ligeramente las semillas antes de molerlas, de modo que sea más oloroso.
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El argán es un árbol muy resistente al calor y a la aridez de los terrenos en los que crece, desde el Sahara hasta la costa oeste de Marruecos, en el área comprendida entre Agadir y Essaouira.
Ha desarrollado un sistema de raíces vigorosas para buscar el agua muy lejos de la superficie, lo que contribuye a frenar la desertización, pues fija la tierra y la protege de las erosiones.
Su interés medioambiental es tal que las 800.000 hectáreas por las que se extiende están protegidas por la UNESCO como reserva de la biosfera.
En Marruecos, el argán se conoce como "el árbol de la vida", porque todo en él se aprovecha: la madera sirve de combustible; las hojas y frutos, de forraje para las cabras, y el aceite extraído de su almendra tiene un uso alimentario y medicinal.